
Queridos Amigos:
Gracias por participar en el taller de cuento Leer es una Fiesta, organizado por la la Embajada de Francia, la Alianza Francesa y la Asociación de Escritores de Panamá. Esta página está dedicada a los trabajos de estudiantes de enseñanza superior del Colegio Episcopal y de 3er y 4to Grado de educación primaria del Colegio St. George , quienes crearon estos textos utilizando las técnicas impartidas durante el curso.
De mi parte, fue una experiencia gratificante confirmar que nuestra juventud tiene cerebro, pluma y talento. Mientras ellos existan y sientan pasión por todo lo que hacen - como solo los adolescentes pueden - las letras panameñas están en buenas manos. Estos enfants son tremendos. Tremendos escritores en ciernes.
Gracias, queridos aprendices (pequeños Jedis). Fue un honor compartir con Uds.
Un abrazo,
Lili Mendoza
la hoja.
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LA OBRA MAESTRA
Rachael Baitel
¡Oh blanca Navidad! O por lo menos, así se dice. La ciudad se llena de luces y dulces. Los niños escriben cartas a Santa pidiéndole regalos para ellos y sus familiares. Las madres hornean pasteles y galletas de jengibre. Los padres cada día trabajan más para poder pagar los gastos y disfrutar las fiestas a todo lujo.
Yo, por el contrario, odio la Navidad. Hace mucho frio y todos tan alegres. ¡Ay, como me molesta!
Antes de que me juzguen como la “Grinch” navideña, permítanme presentarme. Me llamo Hannah Stuart y vivo en Nueva York. Soy una típica chica adolescente con problemas y quehaceres. Verán, mis padres murieron en un accidente de tren cuando yo apenas tenía 8 años.
La noche en que murieron estaba en el internado, esperando ans
iosamente su llegada. Era un 24 de diciembre o Noche Buena. Para mí no fue nada buena. Ya todas las chicas se habían ido a sus hogares; y yo me quedé sola con la cocinera del colegio. El cielo oscurecía y la luna iba saliendo.
Me moría de hambre. Ya quería llegar a casa para probar el delicioso jamón que preparaba mi nana Teresa y los manjares de mamá.
Se hacía tarde y tuve que conformarme con un pedazo de pan y una taza de sopa; las sobras del almuerzo de esa tarde. Me sentí triste, como cuando se sabe que algo anda mal. Mis padres eran muy puntuales. Qué raro; aún no habían llegado.
La cocinera encendió la radio para escuchar los tradicionales villancicos. Buscó una emisora; se detuvo unos minutos para escuchar las noticias y allí fue que me enteré. Un tren con destino a Nueva York se descarriló, matando a todos sus pasajeros. Nadie sobrevivió.
Mi corazón se desplomó y corrieron lágrimas por mis mejillas.
Mis padres muertos y yo completamente sola en una víspera de felicidad y alegría.
Jamás les daría sus regalos de navidad. El cuadro que me tomó un año pintar, la obra de mi amor jamás la verían. Nuestro retrato juntos, cuando éramos felices.
Todo en vano: mis sueños, mis deseos, mi arduo trabajo. Todo perdido en una noche, Noche Buena.
BICICLETA Y DOLOR DE MUELAS
Octavio Garcìa
¡Dolor insoportable! ¡El maldito dolor de muelas tuvo que haber ocurrido ese mismo día! ¡Era tal la incesable agonía que no podía ni hablar! Y era eso mismo lo que me había propuesto a hacer aquel día de verano. Por semanas había planificado revelarle a Amelia de este nudo en mi corazón que discretamente se retorcía, llevándome al silencio de la timidez. Cuando la veía, mi lengua se enredaba y el apasionado amor con el cual soñaba todas las noches me traicionaba, aniquilando toda idea para alguna conversación. No había una segunda oportunidad, pues ella se mudaría a Canadá la mañana siguiente, por lo que no podía dejar que el fuego escondido del amor me consumiera en nostalgia.
A punta de notas pude decirles a mis amigos de mi desgracia. Ellos me aconsejaron revelarle la verdad del mismo modo que yo les hablaba a ellos. ¡Pero no! ¡Esta verdad que por meses me había atormentado no era digna de salir a la luz en forma de una tímida nota! Debía decirla aunque se me cayera la quijada. Pero ese era mi corazón pensando, el clamor de mi cuerpo por no empeorar el dolor tomaba gran oposición, haciéndome considerar tal vez dejar mis sentimientos organizarse con el tiempo. En fin, me ponía a pensar, esos sentimientos de la adolescencia se desvanecen en la madurez.
Mi conflicto se concluyó la tarde de ese mismo día; ya me acostumbraba a la idea de dejar mi amor perecer en la penumbra de mi alma y no decirla al fin y al cabo, cuando, de una manera que no puedo explicar, sentí un auge en mi espíritu. De repente mandé mis dolores al diablo y con una nueva determinación, agarré mi bicicleta y bajo una extraña lluvia en temporada de verano, desafié a la naturaleza y conduje a la casa de Amelia. Llegue mojado y cansado al hogar y de manera algo brusca golpeé la puerta tres veces, entonces…ella apareció. Antes de lo que esperaba, sentí mi corazón dar un salto ante su rostro angelical y mis palabras huir de mi mente. De inmediato consideré no decir nada ahora que me había vuelto en un cretino, como todas las veces anteriores. ¡No! No iba a dejar que mi naturaleza me oprimiera nuevamente y sin saber nada, abrí la boca, desafiando el dolor que ya me comenzaba a agobiar, cuando de repente, sus brazos abrigaron mi cuerpo y sus labios encontraron los míos.